viernes, 2 de febrero de 2018

Una sociedad mojigata que presume de ser libre.



                                                                                           
                                                                                   

La sociedad occidental transita de modo acelerado por un camino autodestructivo, pero las noticas que nos van llegando estos últimos días nos hacen a ver que dentro de ese camino por el que circulamos estamos cayendo en una mojigatería barata derivada de una moralina sin moral.
 Porque no se puede denominar de otro modo  que el Manchester Art Gallery haya retirado de sus paredes la magnífica pintura prerrafaelita del siglo XIX pintada por Willian  Waterhause “Hillas y las ninfas”, señalando la dirección de la galería que ha tomado esta medida al considerar que la fantasía erótica de la época victoriana podría herir los sentimientos del feminismo, del mismo modo que resulta mojigato que  las modelos que hasta ahora aparecían junto a los coches y pilotos en las parrillas de salida de las competiciones de fórmula uno no lo hagan más   debido a que el conglomerado empresarial que dirige la F1, La estadounidense Liberty Media, considere que: “esta costumbre  no resuena con nuestros valores de marca y claramente está en desacuerdo con las normas sociales modernas”. 

                                                                                  


                                                                       

De igual manera cada vez son más las voces de lo políticamente correcto que desde los medios del sistema piden, e incluso exigen, que las azafatas de congresos, las recogepelotas en los partidos de tenis o las animadoras de baloncesto dejen de realizar tan “denigrantes” actividad cuando llevan minifaldas, o son seleccionadas en función de su belleza o atractivo físico, para todos estos nuevos talibanes estas supuestas agresiones a la mujer son consecuencia del “machismo”.
Pero yo me pregunto si estos feministas e ingenieros de la ideología de género no se dan cuenta de que están actuando igual que los talibanes cuando exigen que cualquier característica femenina sea ocultada por el ropaje.

                                                                          




Aquí en lugar de basarse en unos preceptos morales se apoyan en una ideología desnortada que dice defender la dignidad de la mujer.
Con todas estas tonterías poco a poco nos acercamos a un estado de cosas que llevará a que el hombre heterosexual tenga miedo a llevar a cabo conductas tales como iniciar una conversación con una mujer o llevar a cabo conductas de educación o galantería, cosas que durante siglos han sido muestra de respeto y deferencia hacia el sexo femenino.
El problema está en que el denominado movimiento feminista ha pasado de pedir la igualación tanto a nivel laboral como legal a exigir una suerte de igualdad desfeminizadora para terminar viendo en toda actividad masculina respecto a la mujer una agresión. Es así que a no mucho tardar el piropo, no me refiero al comentario soez o agresivo por supuesto, podrá ser objeto de sanción y lo será en función de la interpretación subjetiva que haga la fémina respecto a la adulación que haya recibido.

                                                                           


Resulta paradójico a la par que irritante que sean esos mismos que no paran de hablar de la libertad sexual y que promueven el adoctrinamiento de los niños para convencerlos de la necesidad de expresar sin cortapisas sus pulsiones y deseos los que después clamen contra el hecho de que unas mujeres, mayores de edad, trabajen como azafatas con minifaldas o ropa ajustada. Lo mismo ocurre con aquellos que defienden que se puedan rodar y proyectar películas con escenas de desnudo e incluso de sexo explícito para después mostrarse seriamente indignados por el hecho de que un cuadro pintado hace más de cien años muestre desnudas a varias modelos dentro de una obra que representaba una escena mitológica.

Pero a mi modo de ver todo esto, con ser importante, no pasa de ser peccata minuta si lo comparamos con el problema mental y conductual que provoca en el hombre de nuestro tiempo el hecho de que por un lado se esté sexualizando a la mujer a través de la televisión, del cine, de las modas y de la manera de relación que se promueve, mientras que por otro se le está exigiendo que desarrolle un comportamiento contrario a las reacciones que la sexualización femenina lleva aparejada. Y para hacerlo aún más difícil se pretende lograr ese control no sólo sin la presencia de un imperativo moral que sublime y redirija las pulsiones que la hipersexualización femenina provoca, sino que para más inri a los sujetos se les ha “educado” en el más completo de los hedonismos y no se les ha sujetado a regla moral alguna puesto que en su planteamiento filosófico vital se le ha infundido la idea de que  no  existe el Bien ni el Mal de manera absoluta, sino que estos dependen de la libre voluntad del ser humano.

Se podría decir eso de que con estos mimbres malos canastos se pueden hacer, y es que no se puede exigir buena conducta a alguien cuando le hemos vaciado de toda estructura moral a la par que hemos exacerbado los estímulos y comportamientos que de manera instintiva movilizan esa misma conducta.

Se crean situaciones como la que se da en Pamplona durante los Sanfermines, en los que se permite y promueve la ingesta de alcohol para que luego algunas jóvenes, situadas entre centenares de chicos beodos se suban la ropa ¡ara enseñar los pechos, luego las muy liberales, pero inconscientes, autoridades y los ideologizados grupos feministas persiguen cualquier manoseo, pero nadie se acuerda del dicho “evita la ocasión y evitarás el peligro”, y no se trata de un comentario machista lo mismo ocurriría si un hombre  pasease de madrugada por el las tres mil viviendas de Sevilla llevando una cámara fotográfica colgando  del hombro.

                                                                               




Con todas estas incongruencias y con esa falsa moralina que les lleva a ocultar cuadros y quitar azafatas se pretende salvaguardar la integridad y el respeto  hacia la mujer, La realidad es que se busca acabar con la relación de pareja aumentando las tensiones entre los sexos, para ello previamente se combate todo tipo de moral o  Verdad que trascienda la voluntad del ser humano. 

                                                                             

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