sábado, 13 de enero de 2018

Las revueltas en Irán.


                                                                                           

Las revueltas y protestas que se han venido produciendo durante las últimas semanas en la República Islámica de Irán sólo se pueden entender convenientemente si se las sitúa en el contexto geopolítico e histórico en las que se desarrollan.

Es fundamental señalar, y esto no hay que perderlo nunca de vista, que cuando hablamos de Irán estamos haciendo referencia a un Estado con bases religiosas muy fuertes que le llevan a oponerse directamente al globalismo y que es un declarado enemigo del régimen sionista y usurpador que es Israel. Para comprender todos los sucesos que se vienen desarrollando y se desarrollarán en Oriente Próximo hay que tomar en consideración el hecho de que la política exterior norteamericana está absolutamente supeditada a los intereses del Estado de Israel, y lo está por el poder omnímodo que el lobby judío tiene en la política de Washington.      
En el momento actual se produce una confluencia de intereses, ya que a la protección del Estado judío respecto de Irán se añade el interés estratégico que tienen los Estados Unidos de poner coto a la expansión de los B.R.I.C.S. y frenar la puesta en circulación de sus divisas, para de ese modo evitar que el petrodólar pueda ser desplazado por esas otras monedas.
Es así que Rusia de esta manera se convierte en objetivo al ser miembro fundamental del B.R.I.C.S., pero para llegar a Rusia en esta zona primeramente tendrían que pasar por Siria y después por Irán. Rusia al intervenir ha salvado el régimen de Bashar Al Assad del terrorismo criminal de Daesh- ISIS, grupo creado y mantenido por E.E.U.U., Israel y las monarquías del Golfo. Por esta razón  es Irán ahora el objetivo, una vez que las sanciones y el bloqueo no han tenido éxito el ataque contra Irán ha consistido en provocar  una de las famosas “primaveras” que Estados Unidos y la O.T.A.N. han desatado tanto en los países musulmanes, “primaveras árabes”, como en los países del Este de Europa, “primaveras de colores” que han seguido  un proceso similar: En primer lugar se producen unas protestas basadas en cuestiones de reivindicación económica o social,        que son resultado de injerencias extranjeras provocadas mediante sanciones o bloqueos que dan lugar a  subidas de precios y desabastecimiento que con la participación de agitadores profesionales llevan a las señaladas protestas.

                                                                   

El siguiente paso es que los medios de comunicación, en especial las agencias internacionales de noticias presenten tales protestas como si fuesen populares y espontaneas, para acto seguido desencadenar episodios de violencia mediante la actuación de   los agitadores profesionales e incluso con la participación de fuerzas de los servicios de inteligencia de los países que fomentan estas “primaveras”.
Acto seguido, y como es lógico, las autoridades harán que actúen las fuerzas de seguridad para reprimir la violencia y el caos que los “pacíficos” manifestantes están provocando. Esas intervenciones darán lugar a imágenes de violencia que los medios internacionales harán llegar a la población mundial para que de ese modo las autoridades pierdan ante la población internacional cualquier tipo de legitimidad.
Pero aún falta un último acto en esta obra de ingeniería subversiva, se trata de la aparición de una resistencia armada, que será tildada de popular y espontánea y calificada de moderada. Estos grupos terroristas serán apoyados logística y económicamente por los Estados Unidos y por los países interesados en la desestabilización del régimen atacado y de su zona de influencia.

                                                                    
De esta forma se desarrollaron los acontecimientos en Ucrania, terminado con la sustitución del gobierno, pro ruso por otro favorable a la O.T.A.N. y a los intereses de la U.E. y de los E.E.U.U.

                                                                    

En el caso de Irán la opinión pública norteamericana estaba dividida, una parte de ella piensa que lo acontecido en Irán es que en un primer momento se trató de protestas económicas populares, generalizadas y espontaneas que posteriormente degeneraron en movimientos de oposición política. Por el contrario, otra parte de la opinión pública admite de modo abierto que ha existido una participación del gobierno norteamericano, pero elogiando al presidente Donald Trump por haber llevado a cabo dicha intervención y por estar en primera línea contra el tan demonizado régimen iraní. Ninguna de estas posiciones es completa, puesto que, si bien es cierto que las protestas fueron inicialmente meramente económicas, también lo es que surgieron como consecuencia de la intervención norteamericana, que promovió los embargos y sanciones que dieron lugar a desabastecimiento y a la carestía de los alimentos. Pero la actuación de Estados Unidos ha ido mucho más allá puesto que ha intervenido a través de las redes extendiendo falsas informaciones y movilizando a parte de la población. Aunque su intervención ha llegado incluso a que sus servicios de inteligencia hallan actuado puntualmente como agitadores.

Pero el caso de las revueltas de Irán no ha pasado de varios días de manifestaciones y enfrentamientos con el resultado de varios heridos y algún muerto.
En el caso que nos ocupa toda la estrategia desarrollada y las acciones puestas en marcha no han logrado el objetivo perseguido por la alianza yanquee-sionista dado que el pueblo iraní fue convenientemente alertado por sus autoridades de que las revueltas no eran otra cosa que resultado de la injerencia extranjera y en especial de los sionistas norteamericanos.

                                                                     


Pero si hubo un suceso crítico para que se diluyese este intento de primavera iraní fueron las declaraciones del primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu apoyando las protestas y llamando a que estas sirviesen para acabar con el régimen de los ayatolás, el hecho de que las revueltas estuviesen instigadas por los sionistas, cosa que trató de desmentir el primer ministro israelí, hizo que muchos de aquellos que se unían a las algaradas por razones exclusivamente económicas o sociales dejasen de apoyarlas dado que esto pasó a considerarse entre la población iraní como un acto de traición y de colaboración con aquellos que ocuparon Palestina a la par que asesinan y torturan a los palestinos, niños y mujeres incluidos. 

                                                                           



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