lunes, 5 de febrero de 2018

Un caso de vergüenza en una Europa vaciada de identidad.



                                                                                           
              

Lo cierto es que no sé muy bien de qué manera desarrollar esta entrada, y no lo sé dado que me resulta muy difícil digerir la noticia en torno a la que van a pivotar las siguientes líneas.
 Lo único que tengo claro es que la noticia a la que me refiero, y que más adelante pasaré a detallar, pone de manifiesto hasta que punto la sociedad liberal y buenista sometida a la dictadura de lo políticamente correcto está acabando hasta con lo más profundo del ser humano, llegando incluso a anular el instinto maternal que mueve a la protección de la prole. A mi parecer esto ocurre debido a que la cosmovisión derivada de la ideología “progresista” ha provocado una inversión de la escala de valores, ya que  al no reconocerse la Verdad como algo absoluto e independiente de la cambiante y modificable voluntad humana todo se trastoca imponiéndose, como es el caso, las directrices ideológicas.
En este caso asistimos a como todo se coloca por debajo de las directrices ideológicas del feminismo radical y de una supuesta obligación para con los “refugiados” y para con todos aquellos seres humanos que no sean occidentales y no pertenezcan a la raza blanca.
Una de las premisas que la modernidad buenista tiene marcada a fuego provoca un complejo de culpa que lleva a que el occidental blanco se considere obligado a realizar cualquier sacrificio por los no blancos, y más si estos no son europeos u occidentales.
 Este complejo y la inexistente obligación de ella deriva es resultado del lavado de cerebro que todos sufrimos desde la más tierna infancia, un lavado de cerebro que nos convence de que que los sujetos blancos somos responsables de todos los males por los que atraviesa el resto de las culturas, sociedades y razas.
 De esta manera el europeo blanco no sólo ha perdido el orgullo de su raza y de la civilización a la que pertenece, sino que ha caído en el sinsentido de avergonzarse de su propia realidad y se avergüenza  la realidad de una civilización, la suya, que ha sido la luz de un mundo que estaba sumergido en el terror de unos dioses sanguinarios y en la opresión de unas sociedades que se movían despreciando la libertad y la dignidad, a la par que consideraban a la mujer como un ser inferior.
Sólo teniendo en cuenta que las mentes “más avanzadas y modernas”, carecen de moral y están sometidas al trauma de ese complejo de culpa pueden entenderse noticias como la que paso a desarrollar.
Los hechos se han desarrollado en un país considerado por la progresía, tanto de derechas como de izquierda pues son lo mismo, como el culmen de desarrollo y del humanitarismo. Suecia es ese país, el país que más “refugiados” ha acogido y que curiosamente también es el que padece un mayor número de violaciones de todo el continente.
Pues bien, lo que ocurrió es que una madre feminista que trabajaba en un centro de integración de inmigrantes se ha negado a denunciar al violador de su hija de 12 años para de ese modo evitar que volvieran a enviar a Afganistán al violador, el cual vivía en su casa conviviendo con ambas.
 La madre conoció al acusado por la niña de violación en el centro donde trabajaba como cuidadora, en la ciudad de Sölverborg, acto seguido inició una relación de pareja con el refugiado, que como tantos hacen afirmaba tener 18 años, y acabó mudándose a la vivienda de la cuidadora, donde pasado un corto periodo de tiempo empezó a abrazar y besar de la menor, para en septiembre de 2017  violarla, tras haber ocurrido esta la hija se lo comentó a la madre aunque esta se negó a denunciar el suceso a las autoridades, llegando incluso a permitir que el “refugiado” afgano continuase viviendo en la casa compartiendo techo con ella y la menor violada. Todo este cúmulo de aberraciones y sinsentidos llevó a que la niña pusiese todo esto en conocimiento del padre, el cual como es lógico se puso en contacto con la policía para denunciar los hechos, cuando se inició el juicio la mujer, decir madre es darle un título inmerecido, señaló que no tomó medidas contra el refugiado “porque tenía miedo de que este fuese enviado de regreso a Afganistán”.
Las manifestaciones que la madre realizó durante el juicio pusieron de manifiesto su feminismo radical, su ideología de extrema izquierda y la inclinación a favor de la inmigración masiva que padece Europa.

                                                                       
  

Tras el juicio, el “refugiado” fue condenado exclusivamente a cien horas de servicio comunitario, eso no es justicia es, perdón por la expresión, una mierda, y el violador afgano continúa en Suecia pues no ha sido deportado.

Detrás del silencio y pasividad de la madre, así como del fallo, nunca mejor dicho, del juicio al violador se encuentra una conducta dirigida por el trauma derivado de ese complejo de culpa al que los europeos nos hemos visto y continuamos viéndonos sometidos.

Pero este caso pone de manifiesto más cuestiones, por un lado queda perfectamente claro el hecho de que la niña viviese con la madre ha sido un gran error, es un claro ejemplo de que no se puede considerar por principio los hijos han de estar con la madre antes que con el padre.

Y en segundo lugar hay que tomar en consideración que en Suecia se está generalizando  lo que se conoce como batikhäxa, que es la explotación sexual de inmigrantes y “refugiados” ilegales, este tipo de explotación es llevado a cabo por mujeres de mediana edad que alojan a adolescentes inmigrantes sin papeles para supuestamente protegerlos de ser deportados y de llevar  una vida marginal, pero lo que ocultan todos estos comportamientos es algo mucho más sórdido y oscuro puesto que lo realmente ocurre es que estos sujetos se convierten en juguetes sexuales al ser presionados para hacer vida de pareja con la humanitaria anfitriona y satisfacer los deseos de las que les acogen.

                                                                 


                                                                   

Todo este asunto pone de manifiesto la decadencia de Europa, especialmente la de Suecia y Alemania, el acomplejado comportamiento de un pueblo que ha perdido la moral y que se avergüenza de su identidad. Pero lo más grave es que deja a las claras que toda esta ingeniería social ha llegado a manipular los resortes humanos más íntimos.
Si Occidente en general, pero Europa muy en particular, no reacciona y se reafirma en su identidad frente a la multiculturalidad no podremos  sobrevivir.

                                                                      
Sueca asesinada por "refugiado".


                                                                   


Es triste decirlo, pero NO HAY PEOR DESGRACIA QUE MERECER LA PROPIA DESGRACIA.

                                                               

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