lunes, 9 de enero de 2017

Marruecos y el peligro islamista.



                                                                       


A nadie se le escapa que para España el reino de Marruecos ha sido históricamente un peligro, y en estos momentos lo es especialmente para las plazas de soberanía españolas de Ceuta y Melilla. Pero nos encontramos con que un aumento del islamismo radical en el país del sur lleva aparejado un peligro grave que difícilmente puede ser cuantificado. España entera se ve seriamente amenazada por el terrorismo yihadista, debido tanto a la inmigración ilegal masiva de marroquíes que se desplaza a zonas nacionales donde son ya una comunidad importante, como por esa obsesión quimérica que los musulmanes radicalizados muestran por “recuperar” el Al-Andalus de “manos infieles”. Todo esto hay que enmarcarlo en un contexto internacional en el cual el terrorismo islámico ha tomado unas dimensiones tales que está poniendo en peligro la seguridad europea, una situación en la que España, no lo olvidemos, resulta ser un objetivo primordial por la razón que hemos señalado y por la proximidad geográfica a este país musulmán. El hecho de no haber sufrido atentados durante estos últimos años no hay que adjudicarlo tanto a una menor intención de los terroristas cuanto a una actuación de las fuerzas de seguridad y de los servicios de inteligencia, españoles realmente encomiables, pero esto no ha de hacernos olvidar que estamos en el punto de mira de los terroristas, como bien ponen de relieve  las numerosas acciones terroristas abortadas, las detenciones de yihadistas y los funestos atentados yihadistas (¿?) del 11 M que causaron 191 víctimas mortales  o el atentado en la Casa de España en Casablanca con 41 muertos.

                                                                  



En el contexto descrito resulta de máximo interés para la seguridad nacional conocer cuál es la situación del radicalismo islámico en nuestro vecino del sur.
De este modo se convierte en prioritario tener un conocimiento lo más exacto posible de gran parte de realidades que vienen a configurar la realidad que nos interesa.
La realidad que presenta Marruecos viene determinada principalmente porque el reino marroquí se instala sobre una organización y un orden religioso centrado en el rey, supuestamente descendiente del Profeta, que ostenta el título de guía espiritual del pueblo, considerándosele como la máxima autoridad tanto civil como religiosa (cosa que en el Islam van indefectiblemente unidas).
A pesar del ascendiente que tiene el rey sobre todo lo religioso y que el control que mantiene la monarquía alauita sobre su pueblo es férreo en todos los aspectos, este control es aún mayor, si es que cabe, esto no ha evitado que hayan ingresado en el país corrientes de tipo salafista. Estas corrientes y otras wahabíes llegadas e instaladas gracias al dinero saudí han encontrado en una parte nada desdeñable de ulemas e imanes un buen caldo de cultivo. Ahora bien, la difusión entra la población no ha resultado especialmente difícil debido a que de por sí los súbditos del reino tienen una interpretación rigurosa del Islam.

                                                         


La administración marroquí, consciente del peligro que lleva aparejada la extensión de unas posiciones radicales entre las amplísimas bolsas de pobreza y miseria de la población, y el peligro que ello podría constituir para el orden social establecido ha impuesto un riguroso control, aunque desgraciadamente el esfuerzo realizado parece no haber obtenido el éxito esperado.

En 1964 la administración marroquí creo un centro de estudios superiores para la formación de ulemas e imanes para de este modo controlar posibles desviaciones. A esto hay que sumar que las mezquitas dependen de la administración y que resulta precisa una autorización expresa de esta para la construcción y apertura de alguna nueva. Pese a ello los datos parecen indicar que el resultado de estas medidas ha resultado ser poco menos que un fiasco.
De las32000 mezquitas existentes en Marruecos, solamente 8659 dependen de la administración, el resto escapa totalmente a un control que pueda impedir una deriva radical.

                                                                


Aunque ya se haya señalado de pasada, existe una realidad social que desde el paro y la pobreza generalizada presente en la juventud marroquí que hace que amplísimas capas de la población sean caldo de cultivo propicio para  que anide y se extiendan las más radicales corrientes, tanto por el hecho de que estas les ofrecen una visión que les aporta una identidad y un valor independientemente de la situación de pobreza por la que atraviesan como por las aportaciones económicas que aportan los wahabitas de Arabia Saudí o los salafistas de la península arábiga  y del Magreb.
Todo esto puede hacer que incluso algunos puedan acercarse incluso al yihadismo terrorista.

En Marruecos los partidos políticos permitidos o tolerados por el régimen tienen un papel fundamental entre la población, algunos como el Istiglal están muy apegados a la idea de que las instituciones políticas han de estar confundidas con la doctrina propia del Islam. De hecho, el fundador de este partido era partidario de la aplicación de la Sharia (Ley islámica).
También en Marruecos y a un nivel inferior al de los partidos que son tolerados nos encontramos con asociaciones de ideología y corte islamista cuyo plan es el de islamizar plenamente la sociedad así como las instituciones de gobierno y la legislación.

Para controlar estos grupos y las influencias islamistas Hassan II instigó la creación de un partido político, el MPDC, con el que pretendía atraerse a los más radicalizados y de esta manera tenerlos al menos controlados. El problema surgió cuando el jeque Yassim, dirigente de la más importante asociación islamista de Marruecos se negó en redondo a integrarse en el partido que había sido creado.

                                                                


Cuando Mohamed VI accede al trono, el nuevo rey recurre a otro partido, el PJD, el cual tiene un nivel reivindicativo más bajo pero que ha llegado a ser la tercera fuerza del país en lo que hace al número de escaños. Este partido mantiene exteriormente posiciones muy civilizadas y modernas, aunque la teoría política que propugna resultan ser muy reaccionarias, tanto que pueden ser tachadas de islamistas. El JPD llegó en el año 2000 a plantear cuestiones como la prohibición de la comercialización del alcohol, rechazar los planes de integración de la mujer en la vida social y laboral o proponer que el sistema bancario del país se rigiese por las normas que plantea el Corán.
                                                               

 El nuevo rey tomó plena conciencia de la gravedad ante la que se encontraba cuando tuvieron lugar los atentados que se desarrollaron en Marruecos el año 2003, este hecho llevó a un cambio en la actitud de Mohamed VI.

La actitud del rey tomo dos vías, por un lado, se dedicó a reprimir a los grupos salafistas y por otro intentó controlar aquellos grupos islamistas más moderados.

                                                               


Lo que verdaderamente resulta importante para la seguridad, tanto de Marruecos como de España y el resto de los países europeos, es conocer hasta qué punto está desarrollado el movimiento islamista en nuestro vecino del sur. Desgraciadamente es innegable que el islamismo es fuerte en Marruecos, y que se dan las condiciones socio-económicas para que corrientes salafistas y el wahabismo aniden en amplias capas sociales.
Una prueba de esa fortaleza y de su infiltración, incluso en el ejército, la obtenemos de que el mismo Mohamed VI se ha visto obligado a adoptar medidas en lo que hace a este tema en el terreno militar.
Algunos informes de la dirección militar le advertían de que las fuerzas que Marruecos tenía acantonadas en el Sahara Occidental eran vulnerables al proselitismo islamista, cosa que según otras informaciones de inteligencia se encuentra generalizada no solamente en el ejército sino en todas las capas de la sociedad marroquí.
En Marruecos conviven junto a la corriente salafista otras dos de tipo más violentos que actúan a la sombra del islamismo.
Una de ellas resulta ser una extensión de la red terrorista Al- Qaeda, esta en el país magrebí tiene una importancia menor.
El segundo grupo es realmente peligroso al ser más violento e imprevisible, nos estamos refiriendo al GICM (Grupo Islámico Combatiente Marroquí), el cual también tiene alguna relación con la red Al-Qaeda.
En estos momentos el peligro está más que en su acción terrorista en el hecho de que la cúpula de Al-Qaeda que en el norte de África ha sido elegido como zona de reclutamiento, con la consiguiente acción radicaliza dora entre los islamistas de Marruecos.
Pero no hay que perder de vista que los comandos terroristas suelen recurrir a inmigrantes presentes en el país donde se pretende actuar, inmigrantes que se suelen radicalizar una vez que han llegado al país o del que forman parte como inmigrantes de segunda o tercera generación, como ha venido ocurriendo en los últimos atentados.

Es muy importante tener claro que para el monarca y el gobierno marroquí el islamismo es un elemento que si por un lado ha de controlar para evitar que su actuación política y social pueda poner en peligro la estructura de la monarquía corrupta y tiránica alauita por otro es un elemento que le sirve como catalizador para movilizar la actuación del pueblo para hacerse con Ceuta y Melilla.

                                                                  



Otro papel que para el reino marroquí cumple el islamismo salafista es el de radicalizar las poblaciones inmigrantes que llegan a Europa y se sienten desarraigadas a la par que sumidas en el odio y rencor a todo lo occidental al ver sus falsas expectativas defraudadas, de ahí surgirán los denominados “lobos solitarios” fácilmente radicalizables y que pueden ser monitorizados para atentar, chantajeando así a la política de la Unión Europea hacia Marruecos.

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