viernes, 29 de enero de 2016

Identidad europea.



                                                                               


Hasta hace no demasiado tiempo no he sido verdaderamente consciente de mi condición de europeo, de la pertenencia a esa identidad que me conforma y  de los comunes peligros que nos acechan a todos los europeos.
 Creo que  ha sido  la problemática de los “refugiados”-inmigrantes musulmanes la que  me ha hecho ver con claridad que formo parte de ese cosmos que antes se denominó Cristiandad y ahora se conoce por Occidente. Anteriormente me había centrado  con exclusividad y de un modo casi excluyente en mi realidad de español, realidad a la que no renuncio ni  renunciaré nunca.
                                                                  


 Lo español es la mayor expresión del verdadero espíritu europeo.
Pero ha de  quedar claro que cuando hablo de Europa me refiero a la Europa heredera de la filosofía griega, del derecho romano y de la moral cristiana que se levantó sobre los cimientos de un paganismo heroico.
                                                                




Por supuesto que cuando hablo de Europa no estoy haciendo referencia a esa cueva de mercaderes sometidos a los dictados del sionismo y la masonería, ni me refiero a esa comunidad de gentes y entidades políticas que no sólo han renegado de sus orígenes sino que combaten abiertamente su realidad.
                                                                

Europa es mucho más que un territorio, es una identidad, es una realidad que  a partir de dos momentos de la historia ha entrado en lucha consigo misma: uno la Revolución Francesa de 1789 y otro la invasión  de 1945
   
                                                             
, y es que desde entonces los principios fundamentales sobre los que se levantan los principios de su ser están siendo permanentemente socavados.

Los enemigos fundamentales con los que se encuentra Europa uno es el liberalismo que niega lo absoluto de la Verdad, otro el judaísmo que desde su odio a Cristo y a los gentiles nos persiguen sin pausa buscando dominar a todos los no judíos, o goyim como nos llaman, y finalmente el mundialismo que busca acabar con nuestra identidad cultural  y racial para desde un pensamiento de borregos y una mestizaje hacer de Europa un siervo más de ese Nuevo Orden Mundial que pretende colocar a la cabeza de una humanidad sometida a una élite judía.

                                                           
         

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