viernes, 30 de octubre de 2015

La ruptura de España, la secesión.


                                             

España está sumida en estos momentos en una crisis profunda, asistimos a uno de los momentos más oscuros de su historia. Concretamente estamos asistiendo a como está en juego la misma pervivencia de España  como tal.
El envite secesionista catalán  amenaza de manera muy seria con romper la unidad nacional.
 Como suele ocurrir en toda confrontación moral, el mal triunfa gracias a la acción de los malos en coalición con la inacción de los buenos.
En el caso que nos ocupa la situación es muy clara, desde la instauración  a través  de la Constitución del 78 del denominado Estado de las autonomías y gracias a la inclusión del término “nacionalidades” para referirse a las comunidades autónomas,  se encendió una mecha que provocaría la peligrosa situación por la que atravesamos y que está a punto de estallar.
Ciertamente Pujol, Mas  y sus mariachis son culpables de estar arremetiendo contra la unidad de nuestra Patria, pero no se podría haber llegado a esta situación sin el concurso culpable de aquellos que dieron los pasos que se han andado desde el 78 y que ahora pasamos a enumerar:
En primer lugar se encuentra la instauración del ya mencionado Estado de las autonomías  y el denominar a las  entidades autónomas como nacionalidades. Es más, fueron precisamente los territorios que contaban con una mayor presencia de los secesionistas y que más buscaban la ruptura de España, como  era el caso de Cataluña, Vascongadas y Galicia, los que recibieron la denominación de “nacionalidades históricas” los que mayores transferencias de poder recibieron.
Con todo esto se estaban reconociendo unas singularidades pero presentándolas de un modo centrífugo y disgregador, que lejos de verlas como una diversidad enriquecedora de la Nación se presentaban como singularidades que empujaban a la disgregación.
La misma Constitución que en el 78 implantó el Estado de las autonomías concedía a esos entes, las comunidades autónomas, autoridad sobre diferentes aspectos políticos y económicos para  que se desarrollasen exclusivamente en la jurisdicción de tales entes.

                                                         


Fruto de las disposiciones emanadas de la Carta Magna, el Estado central fue transfiriendo  a las comunidades autónomas, especialmente a las denominadas “comunidades históricas”, el control sobre distintos, y fundamentales,  sectores de la política.
Cabe señalar que entre los sectores que pasaron a ser controlados por las “nacionalidades históricas”, estaban la educación, la sanidad y la seguridad.
Poco a poco estas transferencias pasaron a manos de aquellos que tenían una concepción disgregadora de la Patria y de hecho  trataban de romperla.

Creo que en especial hay que hacer referencia a la gravedad de las transferencias realizadas en el tema de la educación. Y es tan grave dado que durante más de tres décadas los nacionalistas y secesionistas han inculcado  en  al menos dos generaciones una falsa historia que ha movido a una visión de España como si se tratara de una potencia extranjera  que ha ocupado y sometido a un pueblo primigeniamente  independiente.
 Esta historia manipulada, claramente dirigida a crear un sentimiento antiespañol, presenta la independencia como una liberación. Es decir que  son varias las generaciones las que están al servicio de la secesión y buscan  la ruptura de la Unidad Nacional.

Otras transferencias realizadas, tales como las referidas a la seguridad y a la sanidad, han ido moldeando entre la población de esas, regiones-comunidades autónomas, el convencimiento de que forman parte de una realidad nacional distinta a la española.

Más allá de las transferencias mismas se encuentra el hecho de que el Estado central no ha sabido, ni querido, hacer cumplir la misma Constitución en lo que se refiere al derecho de todos los españoles a conocer la lengua oficial del Estado y a poder usarla.
 A este respecto, la omisión de las autoridades nacionales a la hora de hacer cumplir las resoluciones judiciales en ciertas comunidades autónomas ha desarrollado  una desobediencia total entre los líderes secesionistas que gobernaban en esas comunidades, especialmente en Cataluña.
La no aplicación de la ley en lo que se refiere a la presencia de la bandera nacional en los edificios públicos en esos territorios no  ha hecho sino remarcar entre la población esa sensación de no pertenencia a la nación española y confirmar a las autoridades secesionistas de estar por encima de la autoridad nacional, tanto gubernamental como judicial, y que por tanto podrían llevar adelante sus planes de independencia y secesión.

Los elementos que utiliza el actual  gobierno a la hora de enfrentar el embate secesionista de los independentistas catalanes ponen claramente de manifiesto cuales son los pilares sobre los cuales se sostienen su concepción de  España como Patria y nación.
El anterior gobierno socialista llegó a expresar de modo explícito dudas sobre la realidad de  España como nación con la famosa frase de Felipe González: “El concepto de nación es un hecho discutido y discutible”, aunque el actual gobierno popular tampoco se   queda a la zaga,  puesto que su modo de actuar y los argumentos sobre los que sustenta la defensa de la unidad nacional ponen de manifiesto de modo explícito  una concepción equivocada y falsa  de la nación.
El actual gobierno ha basado su ataque a la secesión y la defensa de la unidad nacional en argumentos meramente economicistas, de reconocimiento y permanencia en entidades supranacionales, como la Unión Europea y la eurozona y en la imposibilidad de la continuidad de las ventajas del Estado del bienestar.
El gobierno parece no darse cuenta de que lo que mueve a los secesionismo son cuestiones equivocadas de tipo espiritual y patriótica. Son visiones emotivas y transcendentes que a varias generaciones les han sido inoculadas  a lo largo del proceso formativo, desde el jardín de infancia hasta la universidad.
A posiciones emotivas de concepciones equivocadamente patrióticas no se pueden contraponer argumentos de tipo económico, pues lo único   que este tipo de argumentos harán es movilizar aún más el victimismo nacionalista. Contra este sustrato emotivo sustentado en una historia manipulada sólo la historia y la concepción de pertenecía a una comunidad nacional  sirven.
El problema está en que este gobierno tiene una concepción economicista y que se mueve por intereses meramente electorales, se deja  llevar por un mensaje economicista que para nada varía la visión secesionistas de aquellos que basan su posición en el victimismo de una patria inexistente sojuzgada por una supuesta potencia opresora.
Solamente   procurando que el pueblo catalán afectado por el cáncer del secesionismo sienta el orgullo de una historia común que se movió dentro de la empresa nacional de España y que sirvió a la   empresa colectiva nacional, se podrá liberar la mente de esos que están encadenados por tantos años de abandono del Estado central. Del mismo modo se ha de aplicar de modo decidido, sin temores acomplejados, la legislación común y las resoluciones judiciales de la judicatura nacional.


La Unidad de España sólo se defiende desde la afirmación histórica y metafísica, todo lo demás no son otra cosa que negación de la realidad profunda de España.

                                                       

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