sábado, 13 de julio de 2013

LA LEGITIMIDAD DE LA CORONA.


                                                                     



Todos aquellos que se muestran favorables y apoyan al actual Monarca y Jefe del Estado, todos esos que para defender tal posición recurren a la supuesta existencia  de dos legitimidades, pasan por alto  que esas supuestas legitimidades a las que se refieren son en realidad una sola, y esta resulta una mera entelequia, una mentira.
Como podremos ver, esta supuesta legitimad carece de base  histórica. Es más, la realidad histórica contradice  cualquier legitimidad que justifique la existencia del régimen juancarlista que soportamos.

La primera justificación  a la que suelen acudir los juancarlistas  la adjetivan como  democrática y constitucional, y se basa en que   la Constitución de 1978  consagra entre sus artículos  la  figura de una monarquía cuyo rey sería  Juan Carlos de Borbón y Borbón, ¿o sería mejor decir de Borbón y Puigmolto?.
Según estos, la legitimidad democrática derivaría del  hecho de que la citada Constitución fue aprobada  democráticamente, siendo votada afirmativamente por la mayoría del pueblo español.

En el texto constitucional podemos leer  en su artículo 57.1 que “el orden sucesorio comienza a partir de S. M. Juan Carlos I de Borbón, legitimo heredero de la dinastía histórica…”
La segunda legitimación que señalan es realmente similar a la primera en cuanto a lo que señala, sería la supuesta legitimidad dinástica.
Pero tanto la denominada legitimidad constitucional y democrática como la dinástica pierden cualquier sentido desde el momento en que  se sustentan en la mentira, ya que  el actual Monarca no es el legítimo heredero de la dinastía borbónica, puesto que esta se extinguió hace   aproximadamente  200 años. en 1819.
 Por si esto fuera poco,  como más adelante veremos, Juan Carlos I no es siquiera heredero de  la falsa  línea borbónica que se creó tras la desaparición de la dinastía borbónica.
Siendo esto así,  tanto la legitimidad constitucional como la democrática pierden validez al  sustentarse en un engaño del que fue objeto el pueblo español, el cual votó la Constitución sin conocer que una parte sustancial del texto que votaba, la forma de gobierno: Monarquía Parlamentaria  que señalaba a Juan Carlos de Borbón  como  legítimo heredero, se basaba en una mentira histórica defendida por intereses espurios.

Toda la información que de modo sucinto se ha apuntado será presentado de un modo más pormenorizado en las siguientes líneas.

En primer lugar nos hemos de retrotraer hasta  el 7 de enero de 1819, fecha en la que falleció Carlos IV, y con él se extinguió la dinastía de los Borbones. La reina Cristina, esposa del rey Carlos IV, comunicó en un documento 
                                                        


secretísimo, ya localizado en el Ministerio de Justicia por el periodista e historiador  Zavala, que “ninguno de sus hijos e hijas, ninguno, era del legítimo matrimonio…lo que declara por cierto   para descanso de su alma y que el Señor la perdone”de  Manuel Godoy tiene visos de ser el responsable de tal despropósito.
Recordemos que el marido de María Luisa  era el Príncipe de Asturias, futuro Carlos IV, Borbón.
A la muerte de Carlos IV, Fernando VII tomo la corona actuando de un modo realmente deplorable y dañino para  nuestra patria. Tomó la corona sin ser  descendiente de Carlos IV, es decir sin ser Borbón.

                                                            


Pero  Fernando VII, conocía  de la existencia de un documento, el referido, y de una persona, Juan de Almaraz, confesor de su madre la fallecida reina  María Luisa,  que podría poner en peligro su reinado y la  supuesta continuidad de la dinastía  de los Borbones.
Almaraz no reveló entonces este secreto por un respeto, muy discutible, hacia Fernando VII, pero en cambio si  dejó  un escrito con orden de que a su muerte fuese entregado sin abrir a su confesor.

                                                    

Fernando VII, conocedor de  el peligro que el sacerdote era para su reinado y el de sus sucesores decidió encerrar de por vida a Juan de Almaraz  en la prisión de Peñíscola  (Castellón).
Con este suceso  tenemos claro que la legitimidad dinástica no existe puesto que la línea borbónica  se rompió.

Pero no acaba ahí todo, la  ruptura de la continuidad dinástica se rompe nuevamente cuando, la hiperactiva  amatoriamente,  Isabel II, hija de Fernando VII  y de su cuarta esposa y sobrina Maria Cristina de Borbón dos Sicilias, mantuvo una relación con el capitán Enrique Puigmoltó. Según pruebas recogidas por Zavala,    Alfonso XII sería hijo de Puigmoltó y no de D. Francisco de Asís de Borbón.
Es decir   Isabel II no sería realmente Borbón, y por supuesto  el capitán Puigmoltó, tampoco.

                                                              






Teniendo en cuenta estos hechos, la justificación que muchos, cada vez menos, atribuyen  a  la pertenencia a una estirpe para  dar validez a que alguien ostente la corona, y como es nuestro caso también la Jefatura del Estado, no encuentra en nuestro Monarca valor alguno puesto que  carecería de cualquier tipo de legitimidad dinástica.




Llegados a este punto la pregunta es sencilla: ¿Por qué razón  Juan Carlos de Borbón y Puigmoltó ostenta la Corona, la Jefatura del Estado  amén de recibir junto a su familia anualmente  casi 5 millones de euros y disfruta de innumerables privilegios tanto legales como fiscales  ?.

                                                                      

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