miércoles, 1 de agosto de 2012

Inmigración musulmana.





                                                                                 

            Desde finales del S. XX y en esta primera década del XXI la inmigración se ha convertido en un fenómeno social generalizado a escala mundial que poco a poco está variando el paisaje humano y social de muchas de nuestras ciudades y pueblos, el hecho es que multitud de personas provenientes de distintas partes del orbe están llegando a nuestro país movidos por diversos motivos. Mientras que por un lado encontramos aquellos que vienen escapando de situaciones de persecución y amenaza debidas a cuestiones religiosas, políticas o  tribales, la inmensa mayoría lo hacen para encontrar una situación económica y laboral que les permita llevar adelante una vida digna que por circunstancias de pobreza extrema no pueden encontrar en sus países de origen.
El abismo existente entre un norte insolentemente  rico y un sur cada  vez más depauperado hace  de este fenómeno migratorio algo que irá a más y que   resulta imposible ser detenido.

            En lo que se refiere a nuestro país nos encontramos con que un pequeño brazo de mar de tan solo unos kilómetros, como es el Estrecho de Gibraltar, resulta ser el lugar del planeta donde se da el mayor contraste entre un continente, el africano, carente de toda posibilidad económica y otro, el europeo, en el que la economía y las posibilidades sociales y auxilio sanitario resultan generalizados, al menos hasta ahora puesto que en la actualidad el paro está llevando a la pobreza y a la miseria a una gran parte de la población.

                                                     
 De este modo, alcanzar la península resulta el objetivo de los pobres de todo un continente, que además los atrae debido a la falta de control inmigratorio de una  legislación infinitamente más permisiva que la del resto de los países europeos.`

                                                        
El yihadismo utiliza la  inmigración considerando a España bien como un objetivo en si mismo (recuperar su Al-Andalus) o el paso obligado hacia un objetivo ulterior que encontraría en la actuación y penetración en otros países europeos.
Cuando aquí tratamos el tema de la inmigración hemos de puntualizar dos cosas:
En primer lugar no  queremos  realizar ningún tipo de  crítica global a los inmigrantes como tales ni a la inmigración como fenómeno, y en segundo lugar hay que clarificar que tan solo se pretende realizar un análisis que se ciñe al modo en que el fenómeno migratorio afecta, a la par que se ve afectado, por el peligro yihadista que lo utiliza como trampolín para atacar a España.

En lo que hace a la problemática que aquí nos ocupa, es decir el peligro islamista, hay que señalar que el tipo de inmigración que más nos afecta es por supuesto aquél que procede de los países islámicos, en especial Marruecos y en menor medida argelinos y jordanos.
La llegada de población inmigrante de origen norteafricano y fe musulmana  es causa de una problemática que no se presenta en la inmigración procedente de otras zonas como pueden ser Hispanoamérica, Europa del este  o países asiáticos. Esta diferencia surge debido a que a la población inmigrante musulmana resulta extremadamente difícil, por no decir imposible, de integrarse en nuestra sociedad y cultura. La afirmación que acabamos  de hacer no  surge de ningún  prejuicio sino que se  basa en considerar la especial idiosincrasia de la religión  que  profesan. Esta no  es tan solo una explicación vital con una exigencia moral sino  que   es  toda una cosmovisión en la cual lo espiritual y lo material se aúnan planteando que la única legislación aceptable es la sharia  y la única autoridad aceptable es aquella que reconozca la supremacía del Profeta y siga las enseñanzas del Corán. De esto se deduce que toda integración resulta imposible para todo musulmán sin que por ello esté apostatando.
Pero el problema no surge de ello, la problemática aparece cuando el inmigrante musulmán que llega se encuentra con que por un lado pierde su vínculo social y familiar y se encuentra frente a una sociedad no sólo con costumbres y valores diferentes sino en no pocos casos opuestas a las suyas.

                                                         
Por otro lado una gran parte de inmigrantes suman a esta diferenciación y soledad una desilusión fruto de no encontrar cumplidas las expectativas de bienestar y mejora que les habían empujado a venir a nuestro país.
La sensación de soledad y desamparo que padece el inmigrante musulmán le empuja a juntarse con aquellos que ven el mundo desde una misma cosmovisión a la  par que puedan ayudarles en su situación. Esta  situación fácilmente deriva en un  rencor hacia la sociedad española de acogida a la cual culpa de su situación y acusa de establecer un orden político y unos valores distintos y/u opuestos a los suyos. Es en este escenario en el cual los islamistas radicales se  hacen con las mentes y las voluntades de esos inmigrantes que sin tener una tendencia radical o incluso no siendo practicantes en sus puntos de origen encuentran una justificación a sus vidas al proporcionarles una identidad y marcarles una misión a la que pueden servir desde su situación, por muy precaria e incluso delictiva que  esta sea.
En un capítulo anterior ya nos referimos a como las ayudas de las mezquitas o  grupos religiosos son otra forma de acercar y hacerse con la voluntad de los inmigrantes necesitados, los cuales tras ser ayudados se ven en la obligación moral de acercarse de nuevo a una religión que o habían abandonado o interpretaban de un modo moderado.
Hasta aquí hemos hecho referencia a aquellos inmigrantes que acuden a nuestra Nación sin ninguna intención de captar musulmanes para la visión radical o para luchar en la Yihad. Pero no hay que cerrar los ojos ante la realidad de que aprovechando el gran volumen de los inmigrantes que llegan acuden también islamistas radicales con el fin de crear células terroristas para participar en la Yihad mundial atacando a nuestro país.    

Las medidas que han de ponerse en marcha deben tener como base la disminución del flujo migratorio para que de esta manera resulte factible un control  adecuado y para que las medidas que se pongan en funcionamiento no sean vistas por la población autóctona como una agresión a sus derechos.
En primer lugar no han de ser admitidos más inmigrantes que los que el mercado laboral pueda absorber, y para que esto sea así se crearán anualmente cupos fuera de los cuales nadie será admitido en el territorio nacional, dichos cupos serán de modo   preferente formados por nacionales de Hispanoamérica, Europa del Este, África no musulmana y después musulmanes del norte de África. Se exigirá a los inmigrantes lo siguiente:
-La presentación de un contrato en origen.
-Certificado de penales y de estar sano.

                                               

Estas exigencias servirán para que todo aquel que llegue a nuestro país reciba desde el primer momento la cobertura laboral, social y médica a que tienen derecho todos los  trabajadores nacionales, de modo que no se vean empujados a acudir a la ayuda que los musulmanes radicales les ofrecen con objeto de hacerse con sus voluntades a través del agradecimiento.
Todos los inmigrantes musulmanes han de ser exhaustivamente investigados, y en cuanto exista el más mínimo  atisbo de duda  respecto al  radicalismo el inmigrante será inmediatamente expulsado.
El sistema de llegada que  es el de la  reagrupación  familiar ha de ser eliminado ya que es un verdadero coladero para personas que acuden con difícil control y que al aumentar la dificultad económica , complicada de por sí, del inmigrante le hace vulnerable a la presión islamista.

La policía pondrá especial cuidado en localizar las mezquitas clandestinas que serán clausuradas de inmediato dado el nulo control que sobre estas se puede establecer, la alternativa para los musulmanes no radicales serán las mezquitas legalizadas y por    tanto controladas.
No se admitirá la presencia de ningún líder radical para evitar así que pueda “infectar” a los inmigrantes moderados. Estos serán también expulsados y enviados a sus países de origen.

España tratará de tener tratados de repatriación con todos los países de los que procede la inmigración, y si por razones de derecho internacional alguno de ellos no puede ser repatriado será ingresado en un centro de detención hasta que pueda ser   repatriado pero nunca   soltado en ciudades para que de este modo queden a merced de la influencia de los islamistas radicales o  que  cayendo en la delincuencia sean utilizados en la Yihad como colaboradores monetarios o como  activistas, muchas veces encuadrados en las denominadas “células durmientes” en espera de recibir la orden de actuar.


                                                 



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