sábado, 10 de septiembre de 2011

El peligro de la inmigración marroquí

        En la última década se está dando  un fenómeno migratorio que cada vez resulta más numeroso, un fenómeno que no se circunscribe exclusivamente a España, puesto que toda Europa es la nueva tierra prometida para millones de personas que habitan en condiciones paupérrimas el continente africano. De todas formas existe un tipo de inmigración, la magrebí en general y marroquí en particular, a la cual nos referimos.

La inmigración  procedente de Marruecos ocupa en España el tercer puesto en importancia numérica después de la procedente de Hispanoamérica y de algunos países del este de Europa. Ahora bien, las características especificas de esta población  inmigrante la hace digna de un comentario muy especial pues como veremos existen una serie de características  determinadas por su idiosincrasia  que hacen especialmente complicada su estancia entre nosotros.
                                              

Lo primero que hay que señalar es que el hecho de poseer  una lengua, una religión y unas costumbres distintas a las nuestras favorece una dificultad a la hora de establecer un contacto adecuado con los nativos del país que los recibe. Pero por desgracia esta dificultad no se debe exclusivamente a unas cuestiones que pueden ser superadas, como vienen demostrando todas aquellas personas que llegan procedentes de países del este europeo.
Cuando hablamos de marroquíes , nos estamos refiriendo a inmigrantes que antes de haber llegado a nuestro país se encuentran ya empapados de cierto resentimiento contra España, que es vista como usurpadora de parte de su territorio, como una sociedad que ha caído en el imperdonable pecado de la apostasía y que al vivir sumida en una cultura superficial y hedonista tan solo puede ser un peligro  a la hora de extender esos males entre los buenos musulmanes.
Pero a todo esto hay que sumar el secular enfrentamiento entre el Islam y los “infieles” cristianos.

         Curiosamente se da la paradoja de que esos mismos que en tan poca estima tienen a España ponen luego sus ojos en nosotros a la hora de iniciar la emigración. Por supuesto que existen factores, algunos de los cuales pueden parecer anecdóticos, como que se vean con mucha facilidad los canales de la televisión de España, la proximidad geográfica o el hecho de considerar a España como herencia del Al-Andalus está atrayendo una cantidad ingente de marroquíes.
Antes de entrar a formular cuales son los peligros, los problemas de integración y las causas que se dan en la inmigración marroquí, hemos de ser capaces, prescindiendo de las anteojeras de lo políticamente correcto, de verificar una realidad que no es otra que la dificultad de integración  de los musulmanes, cosa que no ocurre ni entre los hispanoamericanos, ni entre los procedentes de los países del  este e incluso con los subsaharianos.
La situación no viene determinada ni por la cultura, que es distinta a la nuestra en todos estos grupos de inmigrantes, ni por la lengua, diferente al español entre los dos últimos colectivos señalados, ni por la cuestión racial, que resulta obvia en el caso de los subsaharianos. ¿Dónde está pues la razón de esa terrible dificultad de integración y de esa creación de ghettos  por parte de los mismos inmigrantes marroquíes?.

Si hay algo que hace distintos a estos inmigrantes, dándoles una personalidad diferenta es su origen religioso, las costumbres que de ello se derivan y la relación cultural que  desde hace siglos existe entre su país y España.
La religión musulmana es de por sí no solamente excluyente, como suelen ser la inmensa mayoría, si no que además considera a todo aquél que no la profesa como un infiel que debe convertirse  al Islam aunque sea por la fuerza. La mentalidad musulmana resulta peligrosa puesto que no acepta que un  infiel tenga potestad para mandar sobre un musulmán o que un musulmán pueda estar bajo la autoridad de una mujer.
Como hemos podido comprobar a lo largo del capítulo referido a la historia común entre Marruecos y España, la visión de un musulmán es finalista, para este el fin justifica los medios, de modo que la palabra dada no tiene valor alguno si se empeña con un infiel. De la misma manera hemos podido comprobar que la legalidad, sea esta internacional o nacional, estará siempre supeditada a una legalidad que procede de la superioridad del Islam.
El musulmán al ser finalista se someterá a los infieles, sus costumbres o sus leyes en tanto en cuanto sirvan a la consecución de sus fines.
Cuando un seguidor de Mahoma se encuentre en una sociedad de infieles se producirá una actitud de aislamiento buscando el mínimo contacto posible para no “contaminarse” y evitar así tener que someterse a costumbres infieles o verse dominado por la autoridad de alguno de ellos. En el caso de los inmigrantes a los que nos estamos refiriendo son ellos mismos los que marcan un límite a partir del que el resto no pueden pasar.

El inmigrante marroquí se ve sometido a una fuerte tensión resultante de fuerzas confrontadas que si por un lado les acerca a la sociedad de acogida (bienestar económico, libertad y ambientes que en su tierra de origen no podría ni entreveer), por otro le aparta (visión de costumbres, actitudes y planteamientos religiosos  que son consideradas poco menos que diabólicos).
Hay otro aspecto que resulta fundamental para conformar la actitud de ese inmigrado, este aspecto deriva directamente de las expectativas con las que haya acudido al país de acogida, en este caso a España. La realidad es que las expectativas de un trabajo digno y de un bienestar económico con las que acude esta persona a nuestro país resultan defraudadas en la mayoría de las ocasiones. La frustración de las expectativas suele dar paso a la culpabilización de la sociedad de acogida  y termina en un rencor hacia ella.  Esta situación de frustración y de malestar suele dar lugar a que el sujeto se sienta más abandonado  y se junte con sus nacionales, acudiendo allí donde más cercano se sienta de sus costumbre y tradiciones, este sitio no suele ser otro que las mezquitas y grupos  marroquíes que por lo general suelen estar controlados y dirigidos por los islamistas radicales.
De este modo, sujetos que se encontraban apartados de la práctica religiosa regresan a ella y  aquellos que si  lo estaban se radicalizan. Los islamistas radicales saben jugar muy bien con ese rencor hacia la sociedad occidental y con la morriña que el inmigrante siente de toda su cultura.

Dadas las circunstancias actuales, de ataque islamista contra nuestras sociedades, las autoridades deberían cuidar mucho por un lado de que tan solo acudiesen a nuestro país aquellos que puedan encontrar trabajo, para evitar así esa frustración que le hace fácilmente manipulables y por otro cuidar de que las mezquitas legales no fuesen utilizadas por radicales  o que las ilegales puedan continuar funcionando.


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